jueves, 13 de septiembre de 2012

Scherezada

Siempre me gustó el personaje de Scherezada. La terca, diplomática, inteligente, bella, seductora, manipuladora, cabronaza y sensual mujer que salvó a sus congéneres de las ansias de sangre del Sultán herido, se hizo con un reino y curó la melancolía de su consorte.
Es un buen ejemplo de cómo la sombra de una puede ser útil, esa parte tan escondida de las miradas ajenas, tan mala palabra. Usar el sexo y la astucia para conseguir un fin determinado. Crear una relación como se crea una obra de arte, como se templan los metales.
¿Y el amor?
Es una buena pregunta.
¿Y el riesgo permanente de dormir siempre con la venganza al lado?
Es otra buena pregunta.

Estuve pensando bastante en estos temas entre anoche y hoy. No soy la persona adecuada para hablar en contra de la venganza. Soy vengativa, mucho. Terriblemente rencorosa. Sin embargo, una vez muerta la Sultana, luego de su traición... cuál es la necesidad de expandir el rencor al resto de las mujeres? Si, después de todo, la venganza se consumó. Traición por sangre. La Sultana pagó con intereses, el Sultán debería haberse conformado con esto.
Una buena venganza calma la sed. Muchas veces, ni siquiera necesita ser consumada. El sólo hecho de planearla, de darte cuenta hasta dónde podrías llegar para que otra persona te pague el dolor que te causó, lleva a ver hasta que punto cada quien es responsable de la prolongación de sus dolores.

La primera vez que el metalero me trató de puta y me hizo una escena de celos retrospectivos, completamente fuera de lugar, el dolor me lo causó él, directamente. Pero todas las demás, el dolor me lo causé yo por haber transigido, cuando con el simple hecho de mandar al carajo al tipo y no verlo más, me ahorraba todas las desubicaciones.

Lo mismo todas las veces que ignoré los indicadores y no me atreví a decir "quiero esto, ofrezco aquéllo, vos qué tenés para darme?"

Siempre, inevitablemente, me quise vengar. Quise causar un dolor igual o mayor al que yo sentí. Algunas veces llegué a eso. Otras, simplemente, devolví el dolor con una crueldad infinita. Por algo tengo facilidad para conocer a las personas, saber lo que las alivia y las llagas que esconden. Entonces, consideré que estábamos a mano y punto. Por mi forma de pensar, no se me ocurrió generalizar. Cada quien con su neurosis, cada quien con su forma de acercarse al otro, con sus prejuicios. Cada quien con su sombra, yo con la mía, y espero haber aprendido la lección. Creo que sí, al menos, distingo entre las personas que me atraen y las personas con las que quiero relacionarme. No puedo evitar la atracción, pero sí puedo evitar los vínculos.

Lamentablemente, volviendo a mi querida Scherezada, cometí muchas veces el error de tomar ese rol. Es una tentación muy grande, casi una muestra de poder, un desafío. Mi Scherezada transhumante no se queda con los Sultanes heridos. Todavía no es lo suficientemente cínica como para manipularlos y hacerse querer.

EvaLilith
2012

2 comentarios:

  1. He conocido alguna que otra mujer con esas cualidades. Mucha atuscia, mucha venganza, y una sed de justicia muy poco objetiva, siempre nublada por las pasiones.
    En primera instancia, me agrada. Pero luego me decepciona ver tanta inteligencia, y tan poca sabiduría. Para mí, eso es morir.

    Obviamente no te incluyo, pues sería afirmar cosas que desconozco.

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