domingo, 16 de septiembre de 2012

Eva y la Serpiente


Adán buscaba en sus dominios una razón para sentirse dueño de todo. Eva se aburría bajo el manzano, hasta que llegó la serpiente.
La serpiente, al contrario que su hombre, le hablaba. Enredándose en sus piernas, jugando con su piel escamosa pero sorprendentemente suave y seca, le hablaba de poder, de luchas, de conocimiento, de crecimiento. Le hablaba de una historia, de la vida, de la muerte. Le contaba un cuento de dioses que peleaban entre sí por el dominio de lo material, que hacían y deshacían a su antojo y por lo tanto, eran simples demiurgos vanidosos. 
Eva escuchaba a la serpiente y sabía que más allá de sus juegos de adulación, algo de verdad se escondía en esa lengua bífida. Que más allá del deseo que ella sabía que el otro ser escondía, no había mentira en su discurso. 
El árbol estaba ahí. Pero la fruta no era esa masa carnosa y fragante. No. El árbol estaba ahí, y bajo el árbol estaba Eva con la Serpiente. La Serpiente tejía su fruto de palabras, Eva aprendía y aprendía a desearla a su vez. 
Adán volvió de su viaje. La encontró bajo el árbol. Eva le habló. Le habló con las palabras confundidas, por el esfuerzo de intentar manifestar una idea por vez primera. Le habló con todo el amor que le tenía. Se mareó con sus propias palabras, y cuando Él comprendió, agachó su cabeza sintiéndose culpable.
No era JHVH al que había traicionado, sino a sí misma. Y a la Serpiente, que nunca más volvió a escurrirse entre sus muslos.


EvaLilith
2012

La foto pertenece a Flor Garduño http://www.florgarduno.com/


1 comentario:

  1. Cuando los muslos de Eva son rozados por algo tan suave, ella pierde cualquier defensa posible. Intenta resistirse, pero solamente sufre más.

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