domingo, 16 de septiembre de 2012

Frienzone


Debo admitir que he estado allí muchas más veces de las que me gustaría asumir. Es inevitable, o al menos, tiene su dificultad a la hora de lidiar con eso: cuando tenés amigos muy cercanos, heterosexuales y hombres, en algún punto se te cruza partirles la boca de un beso y sacarte la bronca de todo en su cama. 
Ahora bien, si quedamos amigos y nada más que amigos, por algo es. 

El Sr. K. (no, no era oficialista, por lo menos, no cuando lo conocí) me conoció en la que fue, probablemente, la época más arisca de mi vida. Un bebé chico, la decepción, laburo, facu. Insomnios tan largos que es imposible describirlos. 
Yo me colgaba jugando en yahoo, en juegos con chats como para no sentirme tan sola. Pero era eso, y eso nada más. La necesidad de una comunidad, comunión o simplemente, un otro que me confirmara que había algo más en mi vida que esa sucesión de responsabilidades. 
En el chat estaban discutiendo estupideces. Trolls, por todos lados. Así que, harta de tanta huevada, hice lo que suelo hacer en la vida real y me puse a cantar. Una de Serrat, Cada loco con su tema. El Sr. K. empezó a cantarla conmigo y al rato estábamos chateando. 
Chateamos mucho. 
Intercambiamos mails. 
Estudiaba sociología, tenía poco más de mi edad. 
Colorado, pelado, flaco, desgarbado y adorable. 

Pero yo no estaba para querer a nadie. Simplemente no podía. 

Me dí cuenta de eso la primera vez que nos vimos en persona, en el centro, previo a meternos en un cine. No había forma de conmoverme, realmente estaba petrificada. Ni siquiera su capacidad de conmoverse ante historias ajenas, ni siquiera la firmeza con la que siguió insistiendo en darme algunos ratos de diversión y contacto humano fuera de mi casa. 

Ni siquiera lo dejé que me besara. Corrí la cara tantas veces que hoy no puedo hacer otra cosa que admirar su valentía. 

Me acuerdo una navidad, con el Mago sufriendo una espantosa varicela y el Sr. K. viniendo hasta casa a traerme una pastafrola y charlar, ya que yo no podía salir... con toda mi familia a pleno dando vueltas por la casa. 

Si, valentía, a todas luces. O tozudes, no me queda claro...

Ojo, yo he faltado al trabajo actuando una muy convincente gastroenteritis como para tener el certificado, por ir a su cumpleaños, estando él en pareja. También le puse los ojos y el hombro ante muchos quiebres que pasó. 


Perdimos contacto suavemente. Años después, lo busco en face, lo agrego. De socialista que era, estaba super oficialista... y bueno, qué se le va a hacer. Me acuerdo que lo saludé para su cumpleaños y tuve que lidiar después con la novia que no entendía que mi avatar con las piernas de Bettie Page no tenían nada pero nada que ver con él. Sé que fue padre y que se casó con la maniática de los celos. Supongo que será feliz, o quiero creer que así es. 


EvaLilith
2012

1 comentario:

  1. He tenido algún que otro caso similar, aunque no con un colorado, pelado, flaco, desgarbado y adorable.
    Ver que la vida de una mujer es tan diferente, y así atestiguar el inevitable paso del tiempo, suele darme lástima. ¿Por ella? ¿Por mí? ¿Por ambos? ¿Por las nostalgias de lo vivido? ¿O por las nostalgias de lo no vivido? No lo sé.

    ResponderEliminar