domingo, 16 de septiembre de 2012


Extender la mano, dejar que el agua se escurra entre los dedos. Dejar que se escurran los besos, las palabras, el tiempo, todo gota a gota. Abrir bien los dedos, sentir en su interior las miles de cosquillas, las temperaturas varias, presentir las intenciones. 
Extender la mano hacia la nada, cerrar los ojos y seguir, nomás, escurriéndose por el caño, desangrando gota a gota los espejismos.
Desteñir la realidad. No hay príncipes azules, ni sapos. Menos que menos, sapos que se conviertan en príncipes. Chau héroes, chau heroínas. 
Descubrir que los colores desgastados, lejos de ser aburridos, dañan menos los ojos y ofrecen sutilezas encantadoras. Tonos, reflejos, esfumados que en la saturación de los sentidos pasan inadvertidos.
Extender la mano y encontrar un otro. Un otro que también tiende la suya, que también juega a escurrirse. 
Juegos de manos entrelazadas que salpican colores sobre paredes silentes. Cuelan los dedos rojo, negro, blanco. Quizás un naranja, a veces un verde.


EvaLilith
2012 

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