miércoles, 6 de julio de 2011

Exorcismos



Todavía era de día. Todavía verano. Los pasos de la mujer resonaban en el piso de ladrillos de la plaza de Barrancas de Belgrano. Paso, cadera, paso, cadera y retumbando todo en el calor de la tarde. Se sentó en un banco, frente a un hombre pálido. Recogio sus pies de costado, sobre el asiento y lo miró.

El hombre no la miraba. Al menos, no directamente. Tenía los ojos clavados en las sandalias blancas llenas de tiras que llevaba ella. Parecía preocupado.

- Te esperaba arriba de la Glorieta.

- Había Gente.

- Y?

- Se darían cuenta...

- A nadie le importa.

- A mí sí.

Ella le tomó el mentón con sus dedos, y lo obligó a mirarla. Acercó su cuerpo, su boca y le plantó un beso rápido en la comisura de los labios. Después se levantó revoleando las piernas antes plegadas y caminó rumbo a Juramento. El hombre se quedó escuchando sus pasos un buen rato, antes de correr para alcanzarla.

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Comenzaba el otoño. La mujer estaba sentada cómodamente en las escaleras de la Glorieta, con un vaso de esos de plástico que se supone que tienen café dentro. El hombre, cuidadosamente, con la nariz pegada al cuero, le desabrochaba los borcegos. Cuidaba que no queden los cordones enredados, mientras tenía el pie calzado sobre su rodilla. Cuando cambió de pie se vio la huella que el calzado dejó en su ropa.

Ella saludaba, con una amplia sonrisa complacida, a algunas de las personas que se acercaban a bailar. Un par de bailarines se acercaron para besarla y obtener una promesa de compañía para alguna tanda. Sacó de su cartera un par de zapatos de tango negros, charolados, altísimos. Se los dio al hombre y siguió charlando con un bailarín.

Una vez calzada, le dejó su cartera y su abrigo al hombre, metiéndose de lleno en la pista. Salió sólo luego de un buen rato: él seguía allí.

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La última vez que la ví no fue en Belgrano. Estaba en el Pasaje Obelisco Sur, en uno de los puestos que lustran botas. Le comentó al muchacho del puesto que había encomendado el cuidado de sus botas a otro, que le parecía que no estaban bien lustradas... y que a partir de ese día la verían seguido.

Había un brillo vidrioso en sus ojos negros.



2 comentarios:

  1. Eva me gustan tus relatos y me transporta a un espacio casi real te felicito...
    CM

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  2. Gracias, me alegro que te haya gustado!

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