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domingo, 2 de septiembre de 2012

Pactos.

Del bolsillo interno de su gabán extrajo una pequeña libreta de notas, como las que usaba el almacenero cuando era chiquita, mamá me mandaba a comprar leche y me faltaba alguna moneda. Me pareció extraño lo anacrónico del elemento, porque toda su vestimenta era moderna y bien cuidada. Hubiera esperado un teléfono modernoso o algo así. Buscó entre sus hojas y encontró mi nombre. La letra era cuidada, angulosa, perfectamente ilegible.


Hizo un gesto casi imperceptible de negación, y volvió a mirarme. Su expresión se tornó adusta. Sentí un frío inmenso al ver que tachaba lo escrito. Clavó su mirada casi anciana (imposible definir el color de sus pupilas) en la mía.
"Sabés que no es eso lo que querés. No voy a desperdiciar mis dones. A partir de este momento, te libero del contrato. Vas a mantener tus prerrogativas por los servicios ofrecidos, pero no cuentes con que te ampare"


De modo que, cuando dio media vuelta y se fue, me encontré con que aún podía leer a la gente como si estuvieran llenos de cartelitos e instrucciones. Los pensamientos y emociones ajenos eran tan claros como fascinantes. No así los míos. Esa era parte del trato.


Entré en pánico, luego de esta breve conversación y de su partida irrevocable. Ahora qué debía hacer con todo aquéllo? Quién me pondría el límite? Sabría hasta qué punto forzar las cosas? Y si alguien salía muy lastimado? Qué pasaría si me convertía en un monstruo, ebria de poder y desviándome de lo que quería?

No era tan difícil lo que les había pedido, después de todo. Pero junto con la facilidad para ver las tramas venía el desencanto y la claridad respecto a los juegos de poder. Sabía que ni aún queriéndolo podría volverme a enamorar. Compañeros, compinches, amantes, polvos, etc. sí. Enamorarme ingenuamente? No. 

De alguna forma una parte de mí se aferró a la esperanza de poder saltear toda basura de cortejo e ir al grano. Amor. Pero sabía muy bien que era una esperanza vana, una esperanza tonta. Porque todo, hasta el amor, tiene un inicio entre dos o más... 

Miré mi teléfono. Se me estaba haciendo tarde para la cita. Me sentí tentada a cancelarla, ya que había arreglado después de juntar y pagar el precio por lo que al final no podría jamás tener.

domingo, 4 de diciembre de 2011

asma

Los días se repetían, impúdicos. El miércoles no ponía ningún reparo en ser tan igual al martes como dos gotas de agua puedan parecer al ojo inexperto. Era casi como el machacar de un amante aburrido con su hembra igualmente domada por el tedio.
El calor lo hacía todo mucho peor. Lo pringoso y húmedo del clima típico de esta ciudad volvía al tiempo un pegote desagradable, nauseabudo, lleno de todas las podredumbres que podría arrastrar el riachuelo. Eso sí, con la textura de la melaza.

Así estaba, con los pulmones llenos de pegote y apenas pudiendo expulsar el aire. Podría tranquilamente forzar su salida con un par de inhalaciones de corticoides. El puff a mano, por las dudas... pero sabiendo que no es sólo asma, no tendría mucho sentido.

Apagó la luz. Le pulsaba en las sienes y ya no era tolerable. Sus ojos se acostumbraron pronto a la oscuridad, los contornos de las cosas se volvieron tonos de azul, todo su ser cobró algo de felino agazapado.

La avenida regalaba bocinazos y arrancones, todavía. El ascensor iba y venía, sin parar en su piso. Alguien veía un noticiero. El aire ya no era melaza: había ascendido a alquitrán.

Finalmente, el ascensor paró y la vieja puerta de rejas se abrió despacio. Los pasos trastabillaron en el pasillo. Su corazón le dijo con una punzada que no quería estar allí, que llegaba obligado, que se fije en los detalles. Otra punzada y ya casi no había más aire para respirar, todo era arena.

Se abrió la puerta y entró el hombre con su traje de oficinista berreta. Prendió la luz desaprensivamente. Las sienes de la mujer se comprimieron. El hombre se acercó a saludarla cansinamente.

Ella encontró un dejo de aire al final del abismo, se paró, sonrió y preguntó "¿Qué querés que haga de cenar?" Una gota gélida resbaló por su nuca cuando se dio cuenta que había una pistola apoyándose contra su vientre.

EvaLilith
2011

viernes, 18 de junio de 2010

Insomnios: En estéreo

Hola Gente!
Encontré un cuaderno con algunas cosas viejas que nunca vieron la luz. Creo que voy a desempolvar algún que otro escrito. Este sería el primero...

Ella: Casi me quedo dormida, ojalá suene el teléfono o algo, que me obligue a
Él: Toda la noche dando vueltas. Me fuí con el auto, pero no es lo mismo
levantarme de aquí. Pero no, me quedo en la cama y todo da vueltas alrededor
Buenos aires que el Sur, y no me tranquilizó el paisaje. Volví al hotel y volví a ella.
de una misma cosa. La fiesta, el lujo, y vos ahí sonriente como si nada.
Qué increíble encontrármela después de diez años. Qué hermosa que es,
Me mirabas. Diez años cambian mucho a la gente, más si son de los quince a
aún más de lo que era. Esa sonrisa, esa cara, esa cintura, esas cadeas... AY
los veinticinco. Ni vos ni yo creíamos en lo que el otro se había convertido
pensar que casi fue mía. Pensar que la tuve ayer, en mis brazos, y
Nos acercamos, nos abrazamos. Temblábamos. Te diste cuenta y con la diplomacia
temblaba, qué bienvenida... Le invité un trago para no intimidarla.
que siempre te caracterizó me saludaste e invistaste a tomar algo. Aún
Nunca le gustó sentirse acorralada o en evidencia. Empezamos a charlar del pasado
trémula, siempre lo mismo con vos, el musmo efecto, toda la emoción. Acepté.
de lo que la vida nos trajo, los estudios, el trabajo, mi familia, la
Las preguntas inevitables de la distancia, si habías estudiado lo que querías
tuya. Y del pasado, al futuro, a los proyectos, a sus libros y mi
entonces, si trabajabas, cómo anda la familia?, y demases. Pero vos me
música. De ahí a la metafísica, hay un solo paso, y terminé preguntándote si
preguntaste si era felíz y si me había casado. Tuve que contestarte que sí. Y de
eras feliz, y aún no sé por qué, si te habías casado. Dijiste que sí. Y
repente me dolió en el alma tener un marido tan dulce, amable e irreprochable
en el alma me dolió tanto el brillo de tus ojos, ese que apareció mientras hablablas
porque sí, soy feliz. O lo era...
del hombre que hoy tiene el lujo de tu cama.


Eva Lilith
2000