lunes, 10 de junio de 2013

("y el carozo del asunto es tu temor... y sólo tu temor")

Cada día levantarme de la cama es la tarea más ardua que enfrento. Es un allá afuera amenazante. Un allá afuera donde todo puede salir mal, sin importar cuán planificado o cuidado esté lo que sea que vaya a emprender.

Allá afuera me equivoco.
Allá afuera puedo herir a alguien o mis actos pueden tener consecuencias lamentables.
Está la muerte esperándome al final del recorrido.
Están todas las cosas que podrían ser, apabullándome.

Mi cama es un útero en el cual me encuentro, de alguna forma, protegida por la inacción. El tiempo pasa casi sin que lo perciba. El sueño viene en oleadas. Es tibio. Es suave.

Es la nada misma. O casi.

Pero tengo que nacer cada día, aunque sienta que todos los pasos que doy son inútiles.

Entonces, me paro a mí misma. Tarda la labor de parto, tengo que romper el sueño y la inercia con cuidado.
Estoy asustada hasta la parálisis, y voy de a poco retomando control de mis músculos, mis nervios, mis huesos. Me repito que es una pequeña mediocre vida la que tengo, que mis responsabilidades no son tantas, que puedo con ellas. Repaso lo que me espera en el día, organizo mis tareas mentalmente. Dejo que el temor ceda un poco, o quizás, lo transformo en angustia.

Me levanto, tarde, como siempre.

Así lucho contra mi cama todas las mañanas.

Me falta todavía romper el otro útero, pero aún no tengo las fuerzas suficientes.

EvaLilith
2013

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