domingo, 17 de febrero de 2013

   Me dejé las uñas largas. Usé una pollera corta. Creo que estaba bien depilada, con el encaje no queda lindo el vello. Estrené las sandalias. Siempre me compro calzado pensando en alguien con quien gastarlo. Sin embargo, la altivez me abandonó a último momento, y te ofrecí un abrazo sincero, antes de darme vuelta sin aceptar siquiera un café. No, no fue por orgullo, fue por economía de minutos. Preguntarse ante la duda "para qué?" suele ser muy útil.
   Un año después me llamaste y no reconocí tu voz. El olvido es un mundo terrible.
   Pasó el tiempo y me compré sandalias nuevas. Sé que te hubieran encantado, pero eso ya no me importa. Ni para elegirlas, ni para descartarlas como opción. Y puedo dialogar con vos sin llamarte porque, en definitiva, lo que me hacía bien te lo inventé todo. Sos un personaje de mi cabeza al cuál puedo recurrir en caso de duda. Algo bueno tenías que tener...

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