viernes, 27 de enero de 2012

Estuve pensando mucho en mi cuerpo últimamente. Quizás, no en mi cuerpo per se, sino más bien en la relación que tengo con él. No siempre es buena: hay días que lo miro con orgullo y cariño, días en que entiendo que pueda generar deseo, días que lo disfruto. Pero también hay días en los que sólo veo limitaciones, imperfecciones, formas curvas que sin embargo parecen de cera, sin vida, plásticas.

Ciertas noches podrías pasearme en cueros por cualquier avenida del centro, vistiendo sólo mis zapatos. En otras ocasiones no sé cómo taparme, fajarme, censurarme y ocultarme. Ahora bien, esto me pasa sólo cuando la observadora soy yo, y nadie más que yo. Jamás se me ocurriría la estupidez hollywoodeana de taparme con una sábana o una camisa después de pasar la noche con alguien. Ahí sí mi cuerpo es mi juguete, el del otro y viceversa.

En ocasiones me siento muy disminuida, casi como un poco de scrap, nada digno de atención. No sé qué magia opera que luego, incluso con la misma ropa, incluso con las mismas sandalias cómodas, incluso sin maquillaje y sin depilar, cambian mis pasos. Se nota, se siente, y se proyecta diferente en torno a mí.

Desearía tener un vínculo más estable conmigo misma. Desearía no estar todo el tiempo exigiéndome cosas indefinidas, inalcanzables. Espero lograrlo pronto, porque si sigo como estoy ahora, voy a terminar encerrándome en una soledad exigente que ni la de un tango...

1 comentario:

  1. A mi me pasa exactamente lo mismo. Tantas inseguridades que en realidad no deberian serlo.
    Las diferencias nos definen, nos destacan. Hay que laburar en querenos como somos todos los dias. :)

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