jueves, 30 de agosto de 2012


Miro mis piernas y encuentro decenas, cientos, miles de cascaritas, costras, lastimaduras. Miro mis uñas y rascan a fondo, rasgan la piel, dañan un poco más con tal de ver qué hay debajo. Debajo la sangre, los capilares rotos, las capas que me tapan. Lo que me protege. Las uñas se deshacen en escamas, toda mi piel se desmorona en pequeños pedacitos con la consistencia y la textura de un papel muy viejo. Reseco. Amarillento, oloroso a vainilla. 
Mi cuerpo viviendo sus millones de años. Porque soy muy vieja, tan vieja como este universo. Los años, las partículas, la energía necesaria para llegar a mí (a vos) me desarman. 
Queda el rojo viejo, brillante, asomando. Acá y allá. Ya ni duele. La que sangra soy y no soy yo. Yo me desarmé con mi piel, y ahora estoy desparramada por toda Buenos Aires, arremolinándome por los edificios, hecha un polvo tenue que se posa sobre las plantas que nadie limpia. 
¿Qué polvos ajenos estarán sobre mi carne viva, ahora?
¿Qué hay de todos los otros que el viento mueve, que son yo, que soy ellos, pero no?
Todos viejos. Viejísimos. Hasta el bebé recién nacido que da su primer berrido en manos de la enfermera cansada. 
Todo antiguo.
Ruinas.
Polvo.



EvaLilith
2012

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