domingo, 31 de julio de 2011
jueves, 28 de julio de 2011
Un vals...
Nacer, envejecer, morir.
¿Por qué yo deberé gemir?
¿Por qué prohibido esta poder
crear mi carnaval feliz?
Bailar, olvidar, renacer,
ir más allá del fin.
Hasta la eternidad huir,
viajar, todo dejar caer.
El mundo no me encerrará.
Quisiera ser lo que yo soy.
Cantar alegre mi verdad,
dar sin saber que es lo que doy.
Amar con toda libertad.
Se disolvió lo que sufrí.
Haber nacido perdone.
Ahora sólo falta abrir
mi terco corazón cruel.
El mundo no me encerrará.
Quisiera ser lo que yo soy.
Cantar alegre mi verdad,
dar sin saber que es lo que doy.
Amar con toda libertad.
Quisiera ser lo que yo soy.
Cantar alegre mi verdad,
dar sin saber que es lo que doy.
Amar con toda libertad.
domingo, 24 de julio de 2011
Otro Domingo.
No por repetida dejaba de ser menos angustiosa. No por entendido el significado dejaba de ser menos doloroso. Sus sueños tenían esa cualidad de ser demasiado realistas. Demasiado cotidianos dentro de su espanto.
Sus oídos zumbaban con un pitido agudo. Había una leve luz afuera, ya había amanecido.
El niño muerto, el proceso de vaciar la habitación, todos los días vueltos un domingo por la mañana. A veces tenía una idea de cómo había sido, a veces era un poco como recrear a Rocamadour. Pero la mayor parte de las veces era sólo el proceso posterior. Los pésames, los que estaban pero no podían alcanzarla. Los objetos vaciados de sentido.
Ella sabía que no se refería el sueño al niño en sí. El niño en sí estaba perfecto, todo lo rozagante, feliz, desquiciado, cariñoso, fuerte y sensible que podía ser. La primera vez se había asustado tanto que lo llevó al médico, que cuando empezaron con los estudios, estuvo pasando un par de meses de pesadilla lúcida hasta que finalmente todo salió bien, y lo que hacía sospechar algo si no grave, al menos, serio, desapareció como llegó.
No, no era sobre el niño. Eso lo sabía. El sueño era sobre ella. Despertate, le decía. Qué carajo estás haciendo con tu vida salvo criar al niño? Apurate que se te acaba el tiempo. Los meses pasan rápido, los años más aún. Qué lazos estás cultivando más allá de los de tu familia? Apurate, antes que sea demasiado tarde para tender puentes hacia otros. Quiénes te van a acompañar hasta el final, quiénes van a llorar cuando vos no estés... que no sean ni el niño ni tu familia? Qué huella vas a dejar en este pequeño mundo salvo la de la mitad de tus genes?
Se levantó y preparó un café. No tenía hambre realmente. Usó ese tiempo de sobra en cuidar su cuerpo, en suavizar sus pies, embellecer sus manos, limpiar cuidadosamente restos de maquillaje, su pelo. Todos esos pequeños rituales que la hacían sentir un poco mejor. Un poco, no mucho. No impedían pensar, mientras. No requerían mucha atención, a decir verdad.
Activó el celular mucho después, ya casi cerca del mediodía. No esperaba recibir ningún mensaje, ninguna llamada, pero mejor dejar la puerta abierta. Nunca se sabe. Compras y preparar un almuerzo liviano. Por la tarde saldría.
Se arregló como si fuera de visita. Salvo el pelo, que nunca quedaría prolijamente peinado, sino que siempre chorrearía por todos lados en ondas vagas y remolinos. Tomó el primer colectivo que encontró y decidió dar una vuelta por la feria y el barrio chino. Mirar chucherías. Mirar gente. Comprar un par de cosas, un par de regalos que venía debiendo. Pensó en un regalo para él, pero aún faltaba para su cumpleaños. Pensó un regalo especial para todas las personas que quería.
Terminando con el paseo, aún le sobraba tiempo. No el suficiente como para volver a casa antes de buscar al niño. Demasiado para perder sorbiendo un café en cualquier lado. Caminando, el domingo soleado le parecía más ausente que nunca.
Pensó que era llamativo como de repente habían empezado a llamarla "señora". No tenía arrugas en su cara, ni la piel había perdido brillo. Pero algo marcaba distancia, parecía. Todavía se daban vuelta algunos para verla pasar. No, no era hermosa, pero sabía que no se trataba de eso, sino de su porte, de su forma de caminar. Y sin embargo, estaba pasando el domingo sola. Por elección, quizás. Hombres dispuestos había algunos, pero no tenían lo que ella buscaba y no se sentía con ánimos de socializar en forma vacía. No, para eso prefería al par de amantes que llamaban al pan, pan y al vino, vino. Nada de juegos hipócritas, nada de andar pretendiendo interés cuando no se siente, pero consideración para con ella. Ella se portaba de la misma forma. El pacto explícito pasaba por ahí. No equivalía a un no, mañana significaba mañana. Sencillo. No se trataba de la clase de personas que piensan que hay mujeres para una cosa y mujeres para otra. Lobos buscando lobos, con las fauces abiertas y sin disfraz de cordero.
No era día para amantes. No. Tampoco era día para amigos. No podía explicar el tipo de compañía que necesitaba todos los domingos. Sólo sabía que no la tenía ni la tendría.
Las pesadillas seguirían hasta que resuelva el acertijo de su vida, al menos, hasta que otro nuevo acertijo se formule entre los ojos vacíos de la esfinge. Lloraría todavía un rato más, con palabras, como llora ella. Escondiendo las lágrimas lejos de ojos curiosos, la multitud siempre tan amistosa. Falaba poco para ir a buscar al niño, y entonces podría descansar un poco, hacer algo rico para la cena, amasar algo para el día siguiente, retarlo un poco, mandarlo a bañar, pensando entre la burla de sí y la amargura "he ahí al hombre de mi vida".
EvaLilith
2011
domingo, 10 de julio de 2011

Luego, le quitó el pantalón deportivo y la ropa interior. Un nazareno desnudo y pálido. Tembloroso. Jadeante.
viernes, 8 de julio de 2011
Personajes: El pintor.
miércoles, 6 de julio de 2011
Exorcismos
Todavía era de día. Todavía verano. Los pasos de la mujer resonaban en el piso de ladrillos de la plaza de Barrancas de Belgrano. Paso, cadera, paso, cadera y retumbando todo en el calor de la tarde. Se sentó en un banco, frente a un hombre pálido. Recogio sus pies de costado, sobre el asiento y lo miró.
El hombre no la miraba. Al menos, no directamente. Tenía los ojos clavados en las sandalias blancas llenas de tiras que llevaba ella. Parecía preocupado.
- Te esperaba arriba de la Glorieta.
- Había Gente.
- Y?
- Se darían cuenta...
- A nadie le importa.
- A mí sí.
Ella le tomó el mentón con sus dedos, y lo obligó a mirarla. Acercó su cuerpo, su boca y le plantó un beso rápido en la comisura de los labios. Después se levantó revoleando las piernas antes plegadas y caminó rumbo a Juramento. El hombre se quedó escuchando sus pasos un buen rato, antes de correr para alcanzarla.
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Comenzaba el otoño. La mujer estaba sentada cómodamente en las escaleras de la Glorieta, con un vaso de esos de plástico que se supone que tienen café dentro. El hombre, cuidadosamente, con la nariz pegada al cuero, le desabrochaba los borcegos. Cuidaba que no queden los cordones enredados, mientras tenía el pie calzado sobre su rodilla. Cuando cambió de pie se vio la huella que el calzado dejó en su ropa.
Ella saludaba, con una amplia sonrisa complacida, a algunas de las personas que se acercaban a bailar. Un par de bailarines se acercaron para besarla y obtener una promesa de compañía para alguna tanda. Sacó de su cartera un par de zapatos de tango negros, charolados, altísimos. Se los dio al hombre y siguió charlando con un bailarín.
Una vez calzada, le dejó su cartera y su abrigo al hombre, metiéndose de lleno en la pista. Salió sólo luego de un buen rato: él seguía allí.
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La última vez que la ví no fue en Belgrano. Estaba en el Pasaje Obelisco Sur, en uno de los puestos que lustran botas. Le comentó al muchacho del puesto que había encomendado el cuidado de sus botas a otro, que le parecía que no estaban bien lustradas... y que a partir de ese día la verían seguido.
Había un brillo vidrioso en sus ojos negros.
martes, 5 de julio de 2011
Drowned, de Tim Minchin
Ya sabés lo que va a pasar. Ahora, actuá sorprendida. El devenir de los acontecimientos es uno. Por más que haya miles de universos posibles, miles de derivaciones de una misma decisión, miles de resultados... mi consciencia está en este universo, en este ahora.