sábado, 30 de junio de 2012

Buscando un artificio que regale una sonrisa, más o menos ladina, más o menos abierta. Leyendo gente en el colectivo, desde la vidriera o desde el costado que me guarda el espacio. ¿Qué ves cuando me ves? ¿Qué tanto me delato? ¿Y si te contara que juego mis personajes de acuerdo con la inspiración del día? ¿Cuál de ellos querrías?
Tanta carita desolada, y yo que nada tengo, haciendo monigotes de papel barrilete para crear esa mueca que se ve primero en los ojos.
Las teclas hacen tic tic tic y los abrazos no se pueden mandar por chat. Tic tic tic y aún así algunas cosas se delatan, se escurren entre lo cotidiano.
Algunos tic tic tic que leo me llenan de ternura y, ojo, no es que los dueños de los dedos ticteantes se vayan a enterar.
Al menos, no ahora, no hoy. Hoy regalo monigotes, absurdos, personajes y mareos. Hoy, juegos de palabras. Los besos quedan para después.



   
 

lunes, 25 de junio de 2012

Invitación

Eventualmente escribo en esta revista online. Quedan todos invitados a chusmear, hay cosas muy interesantes y no son precisamente las letras que yo amontoné.


http://revistabreakingaway.blogspot.com.ar/

miércoles, 13 de junio de 2012

Algunas consideraciones sobre los besos se hacen a posteriori. Claro, una no va a andar comparando, midiendo, todo el tiempo. Menos que menos si tiene la boca entretenida con la boca de algún otro. U otros. Pero es inevitable, con el paso del tiempo, encontrar ciertos gustos, ciertos patrones, ciertas sorpresas. Hay algunos besos (de estreno o no, no siempre es eso lo que los particulariza) que atesoro en el recuerdo. Quizás hoy no le tenga particular cariño a los dueños de los labios que besé, sin embargo, ese contacto sigue teniendo el significado de un puente.

Puedo darme cuenta, con la cabeza, el corazón y otras partes del cuerpo más frías, que el escritor que me volvió loca de los 15 a los 19 besaba de una forma muy aburrida. Mecánica, casi. Un par de picos, boca abierta y la lengua que rotaba en la misma dirección, a la misma monótona velocidad. Lo que le imprimía sabor a esos besos era la sensación de habérmelos ganado a pulso, tras años y años de hacer tarea fina.


Otros besos, quizás más efímeros, tuvieron también ese saborcito a caza. No pesca, la pesca de besos es otro deporte... sino caza. Armar trampas y sutilmente llevar a la presa hasta que quede al alcance de la escopeta. Disparar, bang bang bang, con la boca amplia que me regaló la genética. Poner el cuello como señuelo, el escote como la red tendida. Disfrutarlos frescos, con los cuerpos asándose al fuego recién encendido. Uff. 


Hubieron algunos besos inoportunos. Besos que instintivamente esquivé porque sabía que en ellos me jugaba tanto, que si el otro sólo estaba jugando conmigo quedaría desecha. Después, yo misma volví a generar el momento adecuado... para arrepentirme finalmente: mi instinto tenía razón! (Y tanta.)

Tengo sed de algunos besos. Pero no de esos cualquieras, que se consiguen en cualquier lugar donde haya gente alcoholizada. No, quiero besos como los que me desarmó el morochazo, que quebró todas mis barreras físicas a la media hora de contarnos nuestras vidas en un lugar traquilo. Quiero besos como los que dí en alguna plaza, retrocediendo diez años el reloj, para besar como nunca pudo la adolescente que fui. Quiero los besos que le dí al barbudo, de esos que me devolvió en los pies en vez de en la boca. Quiero besos como los tibios juguetes que más de una vez me supieron regalar.



miércoles, 6 de junio de 2012



Todo encuentro es un rito. Al menos, para ella. Un triángulo equilátero, con su sonrisa instalada en el centro del mismo. Del triángulo a la rueda, de la rueda los besos pactados, los besos robados, los besos mordidos.
Esa noche era otra cosa, sin embargo. Se veían las caras por primera vez, entendían por primera vez la fina cadena que los unía a todos. No era sólo ella, no. La dueña de la sonrisa era el eslabón más visible, el objeto de deseo y de afecto de unos y otros. Había más cosas.
Dos puntas del triángulo tenían el mismo amor por el arte. Otras dos puntas compartían un sentido del humor entre ingenuo e ingenioso que lograba que los cuatro rieran a carcajadas. Otras dos puntas se volvieron confidentes. Un entramado de vínculos, lazos, emociones. Más que un entramado, una filigrana irregular, el copo de nieve único del aquí y el ahora.
Pero eso se vería después, sólo después. Había que pasar ese primer momento donde la palabra "mía" era más fuerte que cualquier cosa.
Ella se desvistió, simplemente. De a poco, fue despojando a sus compañeros. Un sorbo, una prenda. Otro sorbo, otra prenda. Desnudez. Cuatro pieles muy diferentes derramando sombras en la habitación. Intentó buscar una palabra, algo que decir, pero no había mucho más que esa realidad simple. Ya había agotado explicaciones antes, y seguramente habría mucho que hablar después. Los miró a todos, largamente, recorriéndolos. Sonrió.