martes, 29 de marzo de 2011

Un dia despues de vos crucé los dedos

(Leer escuchando "La pequeña novia de Carioca")

Salí con los tacos en la mano, esperando no despertarte. Las llaves en la puerta me dieron la salida, lo conocido del barrio la confianza. En momentos como este, me gustaría fumar, como para poder distraer las manos y tapar los pensamientos con un poco de humo. No puedo evitar la sensación de haber podido evitar todo, no puedo evitar el eco de placer porque yo quería que pasara. Y quería que vos lo quisieras.

Ahí me equivoqué, porque simplemente estuve a mano en el momento correcto, en ese momento donde la rabia y el dolor se mezclan, donde la única forma de dejar de odiar es abrazado al cuerpo de una mujer. Estabas tan a mi merced. Me sentí un gato jugando con su presa, manipulé absolutamente todo sabiéndote vulnerable. Todo porque a esas alturas no aguantaba más la necesidad de morderte apenas los labios, de llenarte de besos, de abrazarte sin excusas, de dejar a mis dedos bailar por tu cuerpo sin despegarse.

Ahora la mañana es todavía pálida y yo me escapo de tu casa, sin saber cómo voy a hacer para enrollar el ovillo que enmarañé. Sé que no estás enamorado de mí, mierda si lo sabré! Sé que mi forma de secarte las lágrimas mientras agonizabas por la que sí querés fue simplemente un desquite, un pequeño triunfo pasajero que me va a quemar demasiado cuando vuelvas a sus brazos.

Me hubiera quedado a tu lado, hubiera preparado un desayuno como para hacer pegote y seguir a los besos después. Pero tus pestañas ajustadas se mojaron con lágrimas secretas, tus brazos pegaron mi cuerpo al tuyo, y no fue mi nombre el que se le escapó a tus labios. No es negocio, mi amor, no es negocio así. De modo que me vestí y ahora estoy por las calles, congelada, esperando que llegue el primer bondi que me deje en cualquier lado que sea lejos.

domingo, 27 de marzo de 2011

Insomnios: un poco de arte.

Se veía tan suave, tan bien acabada. Reluciente, engalanada. La pequeña daga era un juguete nuevo en sus manos, cortando el aire, rasgando una cortina, marcando la puerta. El juguete llegó hasta el brazo inmóvil de la mujer y ahí se detuvo. Un poco más de presión, sólo un poco, y la piel se colorearía carmesí. Un poco más de presión, sólo un poco. Acarició a la mujer desmayada con la daga. El éter le daría un par de minutos más, solamente. Mejor no perder tiempo. Dejó la daga en la repisa, abrió el primer cajón y se puso a buscar. Lencería delicada y lencería de diario fueron desparramándose por el suelo. El hombre tomó varios pares de medias de nylon y volvió a la cama. Con delicadeza, ató las manos entre sí y luego a uno de los adornos de la cabecera. Tomó otro par de medias e hizo lo mismo con las piernas, acomodándoselas suavemente de costado. El tercer par sirvió de mordaza.

Volvió a tomar la daga y se sentó a esperar que pasara el efecto de la droga, dejando sólo la luz del balcón prendida. En ese momento pensó que llevar algo más fuerte hubiera sido lo apropiado, pero había un nosequé romántico y anticuado en su elección. Si se lo veía con cuidado, todo él parecía anticuado. El traje de pana, el pelo engominado con raya al medio, los zapatos de dos colores lustrados.

La mujer despertó, confundida y probablemente con náuseas. Extrañamente abandonada a su destino, no luchó, no hizo ruidos. Sólo las lágrimas resbalaron copiosas por sus ojos claros. El hombre se movía lentamente, con una sonrisa de médico fija. Era el momento que había estado esperando... la piel pálida de la mujer quedaría tan hermosa... se acaballó sobre sus caderas y comenzó a dibujar espirales. Una, dos, tres, decenas de espirales que se unían sin cruzarse, en el torso, en las piernas, en un brazo y en el otro. Espirales grandes para la piel que recubre la cintura, espirales chicas para las mejillas delicadas. Cuando terminó, contempló su obra, sacó un par de fotos con el celular, limpió meticulosamente su daga y besó los labios de la mujer, extrañamente pálidos...

Insomnios: tirando la moneda

Cara - Cruz - Cara - Cruz - Cara las chances van por igual, cuál es la cara, cuál es la cruz. Tiro la moneda una y otra vez. Evidentemente no puedo definirme, sino, no necesitaría jugar con este metal de dos colores en mi mano. Cara - Cruz -Cara - cruz. Cerrar un camino para andar a fondo otro. Y no quiero. Por eso la moneda. Por eso la duda. Por eso mejor huir, mejor esconderme, mejor dejar que el tiempo lleve al olvido. Cara - Cruz - Cara - Cruz. Pienso en el arcano de los amantes, debería meditar con mi Tarot... evitar la decisión no es buena idea. Pero por qué tener que decidir? qué impide poder tener un poco de todo? por qué por qué por qué? El tiempo es limitado, lo sé. Y si me equivoco de nuevo? Cara - Cruz - Cara - Cruz. Nadie es lo que parece. Yo tampoco lo soy. Qué te parezco? Por qué me estás buscando? Qué soy para vos? Cara - Cruz - Cara - Cruz. No quiero ser, no quiero que esperen nada de mí. No me pongas esa cruz - cara - cruz - cara Y si fuera lo contrario? y si es la falta de expectativas del resto lo que me está confundiendo? Qué es lo que quiero que reconozcas en mis manos? cruz - cara- cruz - cara el misterio del otro me espera sea cual sea la decisión. Incluso el misterio del otro me espera si termino sin cara y sin cruz. A qué me juego? Por qué me juego? Quién quiero que me pida que me juegue por él? Cruz - cara - cruz - cara Tengo una copa de vino lista, sí, tengo algo que dar. Pero no quiero nada a cambio. O sí? O no? Lo que me des me ata? Lo que te dí te ata a mí? no... cara -cruz - cara - cruz

Claro... tenía que ser... la moneda cayó de canto...

Quién?

Salí a la noche. Una vez más, sola. Ya llega un punto donde la ciudad se vuelve parte de una, donde los lugares que recorrí tantas veces los siento como una parte tan mía como mi codo o las yemas de mis dedos. No se siente la caminata, ni aún subida a los tacos altísimos que mi ego me pidió para esta noche. El piso se desliza por debajo, y pasan los metros uno a uno. La gente amuchándose, pegándose unos a otros, riendo la borrachera, metiéndose en los bares o saliendo de ellos. Una librería, y otra, y otra más. Hojeando lo que no voy a poder comprarme, haciendo que miro un libro mientras realmente estoy mirando gente. No los entiendo, casi nunca entiendo. Bueno, claro, yo también soy gente. Sí. Eso implica que a veces no me entiendo a mí misma. ¿Y? Vuelta a la calle, al contraste entre los que ríen y los que duermen en el duro pavimento. Una librería más. Alguien dijo mi nombre. ¿Alguien dijo mi nombre? Mi mente procesa rápidamente las posibilidades. Puede haber otra chica que se llame igual, después de todo, no es tan original. Puede que me conozcan. ¿Personal o virtualmente?. Mi nombre se repite en una boca desconocida. No lo gastes más por favor! Mejor me doy vuelta y miro. Mala cosa, no reconozco la cara. Me equivoqué... no es la primera vez ni va a ser la última. No, claro, me equivoqué al no reconocer la cara, porque la cosa es conmigo. Dejá mi brazo, no te dí permiso para tocarme. Mi mano corrió la mano casi en automático.

- Eva!

- Hasta donde me acuerdo...

- Qué hacés por acá?

Miro libros, tarado, qué otra cosa voy a estar haciendo en una librería... - Nada, pierdo tiempo...

- Y tus cosas, tanto tiempo?

Quién demonios sos? quién sos? Quién? Qui........ Ojos claros... barba de un par de días... rulos... estatura mediana... flaco... quién sos???? Poné cara de póker... ya...

- Bien, todo bien... vos?

- Excelente, a la banda le está yendo bárbaro, grabamos disco y este año tocamos en Rosario, Córdoba...

- Ah... (Pero quién mierda sos???? Llegado a este punto me resigno a no poder hacer la conexión entre mis neuronas que me permita acceder a ese recoveco de mi memoria. Y ya que estamos, le largo mi mejor sonrisa y entro en plan chamuyo. Como si me costara mucho eso...)

Estar en una librería con alguien a quien le gusta leer tanto como a una es maravilloso. Fuimos revoloteando entre libros usados, leyéndonos mutuamente párrafos salpicados entre autores ilustres e ilustres desconocidos. Mirando ilustraciones y grabados de libros viejos. De ahí a una sesión de jazz, que quedaba en un rincón desconocido de la ciudad. El piso dejó de deslizarse bajo mis pies y empecé a caminarlo desde cero, con la atención de lo desconocido. (Quién sos??? por favor, nombre, venime YA a la mente!) Crucé los dedos antes de meterme en la sesión... experimental no, experimental no... ufff. Standard. Excelente. Meloso, pero excelente. Qué hace su mano tomándome de la mano? Qué hacen sus manos abrigano mi manito derecha como si estuviera en pleno Agosto? Estamos en verano!!! Ah bueno... por ahí viene la cosa... quiero retruco! Apoyé mi cabeza contra su hombro. Me dediqué a escuchar. Pero no a la banda, nah, para qué... escuchaba su respiración cerca mío, suavemente. Agucé el oído para escuchar el pulso de su sangre, para escuchar su piel, para escuchar como de a poco las manos se le humedecían alrededor de mi diestra... dale, cantame el vale cuatro... dale dale dale dale dale... separó una de sus manos y me acomodó un mechón detrás de la oreja. No, nene, no alcanza... jugate! Aparté mi cabeza, frustrada. De nuevo a jugar a mirarnos, a esquivar miradas, a rozar las rodillas, a rozar con la mano mi hombro, quién sos??? aaaaaaaaaaaaaaahhhhhhh por qué me sos tan familiar, por qué no me resulta extraña la temperatura de tu piel, por qué???? quién sos?

Hora de salir de nuevo a la noche.

- Te compaño hasta tu casa.

- Qué? Estás loco? quién te acompaña después a la tuya???

- Jajajaja Eva, dejame ser un caballero. Te acompaño a tu casa. - Y si no quiero un caballero? Y si esta noche no quiero caballerosidad, sino una boca, una espalda que arañar, un cuerpo que sentir mío aunque sea un juego, aunque sea un rato?

"- Y después cómo te volvés a la tuya...? En serio te pregunto..."

- No estoy lejos. - Quién vivía cerca de casa? Quién...? O se habrá mudado hace poco? O qué?

Colectivo. Siempre es interesante viajar en el 59 de noche. La gente le pone ganas, hacen bromas entre los pasajeros, los chicos tratan de encontrarse con las chicas antes del boliche, las chicas no saben cómo tenerse en pie en sus tacos, todo respira histeria... y siempre alguien da la nota de color. Y nosotros ahí estábamos casi ajenos a eso, con sus rulos en mi hombro y su boquita diciéndome que lo estaba pasando muy bien. Yo estaba del otro lado del vidrio, mirándome mirarlo. Llegamos a la parada. Y después, frente a casa.

Frente a la puerta me mira de reojo como nene travieso.

- No sabés quién soy, no?

- No tengo idea... le dije resignada a la flojera de mis neuronas.

- No te preocupes. No podés saberlo. Adiviné tu nombre, bah, hice una apuesta conmigo mismo... porque me hiciste acordar a la madre de Demian. Y creo que esta vez, salió muy bien. Nos vamos a volver a ver...?

Mierda. Claro, naba! cómo te ibas a acordar quién era! Ok, a quién se parece? No, cerebro, basta. Tenés que contestarle algo.

- Puede ser. ¿Cómo te llamás?

- Si te lo digo... no te vas a reir?

- No me río. Aunque no te prometo nada si te llamás, por ejemplo, Hermenegildo...

- Soy Adán. Un gusto...

Una noche de febrero.

Se escuchan lejos los tambores, el viento los trae y los lleva, junto con las risas y algún que otro detalle. La noche es de esas extremadamente calurosas, que te obligan a buscar aire, que te empujan fuera de la habitación, afuera, lejos, al mundo.

En la pensión estaba espantosamente caluroso. La pequeña habitación, el colchón en el suelo, la mesita, el ropero que se que se negaba a quedarse cerrado, todo estaba distorsionado por el calor. Recién llegábamos de la locura de gente de la murga. Habíamos caminado la noche de ese barrio jodido como si fuera el patio de nuestra casa. Supongo que el amor nos hacía sentir invencibles, o quizás fuera simplemente el halo siniestro del pibe del sombrero. No habíamos comido mucho, plata no había. Preparé un té fuerte, muy dulce, que quedó enfriándose en la mesa mientras mordisqueábamos algunos besos.

Estaba casi al borde del desmayo, como solía pasarme los últimos días. El calor, los nervios, la mala situación o quizás el pequeño embrión en mi vientre... Decidimos que lo mejor era subir el colchón a la terraza y tratar de dormir ahí. Subimos el té, el colchón, la almohada y boca arriba había una luna hermosa para mirar, y toda una ciudad que chusmear.

Aún tambores, tarde en la noche. Aún sus manos, aún en mi pelo, aún en mi cuerpo, aún la carrera por ponerme a su altura, aún saber que estaba a mi merced, entre mis piernas, atado a mis caderas, atado a mis rulos negrísimos. Yo lo sabía y lo usaba para salvarme del miedo, para unir a esa persona, que era mi persona favorita en el mundo, a mi precario y gris ser. Mi tristeza era casi infinita, pero a la luz de la luna y distorsionada por el calor, sabía dulce. Tenía gusto a sangre. Las sábanas se nos pegaban a los cuerpos, y estaba bien, era parte de la poesía de la noche.

En algún momento nos dormimos profundamente, hasta que un viento fresco y la lluvia tremenda nos despertaron. Y nos arrastraron abajo, por las escaleras retorcidas, a la pieza ardiente. Un reproche cualquiera, por una mirada dedicada a mi cintura, y las palabras amargas. La noche terminó en naufragio, y yo aproveché la lluvia que atravezaba la ventana para disimular mis lágrimas.