martes, 20 de julio de 2010

A mis amigos

Hay un algo en este tema, un algo de entrañable, de lejano, que me saca lágrimas invariablemente. Mis amistades no son así y nunca lo han sido, así que una especie de sentimiento de pérdida de lo entrañable se mezcla


Sin embargo, no todas las amistades tienen que ser así. Pese a la distancia, pese a las pocas experiencias compartidas, algunas personas han sabido ganarse un lugar enorme dentro de mis afectos. Mis amigos no lo son porque la vida nos puso juntos, mis amigos lo son porque tenemos intereses en común y alrededor de ellos generamos un código. Lo son porque hablando entre nosotros entendemos más de nuestras vidas, porque el nosotros nos muestra un lado de la moneda que no queremos ver muchas veces. Mis amigos son las personas que ayudan a que no odie a la humanidad. Son esas personas cuyas historias yo atesoro, cuido, escribo, porque quiero preservarlas lo más que pueda. Ojalá pudiera preservarlos de la muerte, ojalá pudiera. Ojalá pudiera poner mi granito de arena o mi roca para que todos y cada uno de ellos llegue a ser su mejor sí. No el que yo considere mejor, sino el que ellos anhelen. Definitivamente me ayudan a mí en el camino de serlo.
Me despido con mucho amor, y con el abrazo que me gustaría darles en este momento... uds saben que soy medio amarreta con las demostraciones de afecto, pero... por acá no pueden ver que la turrita cursi que vive en mí está mariconeando de lo lindo XD

sábado, 10 de julio de 2010

Demian - Prólogo

Quería tan sólo intentar vivir aquéllo
que tendía a brotar espontáneamente
de mí. ¿Por qué había de serme tan
difícil?
Para contar mi historia he de empezar muy atrás. Si me fuera posible, debería retroceder aún mucho más, hasta los primeros años de mi infancia, e incluso más allá, en la lejanía de mi ascendencia.
Los poetas, cuando escriben novelas, suelen hacer como si fuesen dios mismo y pudieran abarcar con su mirada toda una historia humana, comprenderla y exponerla, como si dios mismo la relatase, sin velo ninguno, revelando en todo momento su más íntima esencia. Yo no puedo hacerlo así, como tampoco pueden los poetas. Pero mi historia me es más importante que a cualquier poeta la suya, pues es la mía propia y es la historia de un hombre -no la de un hombre inventado, sino la de un hombre real, único y vivo-. Hoy se sabe menos que nunca lo que es eso, lo que es un hombre realmente vivo, y se lleva a morir bajo el fuego a millares de hombres, cada uno de los cuales es un ensayo único y precioso de la Naturaleza. Si no fuéramos algo más que individuos aislados, si cada uno de nosotros pudiese realmente ser borrado por completo del Mundo por una bala de fusil, no tendría ya sentido alguno relatar historias. Pero cada uno de los hombres no es tan sólo él mismo; es también el punto único, particularísimo, importante siempre y singular, en el que se cruzan los fenómenos del Mundo, sólo una vez de aquél modo y nunca más. Así, la historia de cada hombre es esencial, eterna y divina, y cada hombre, mientras vive en alguna parte y cumple la voluntad de la naturaleza, es algo maravilloso y digno de toda atención. En cada uno de los hombres se ha hecho forma del espíritu, en cada uno padece la criatura, en cada uno de ellos es crucificado un redentor.
Muy pocos saben hoy lo que es el hombre. Muchos lo sienten, y, por sentirlo, mueren más aliviados, como yo moriré más aliviado cuando termine de escribir esta historia.
No soy un hombre que sabe. He sido un hombre que busca y lo soy aún, pero no busco ya en las estrellas ni en los libros: comienzo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mí. Mi historia no es agradable, no es suave y armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez y a confusión, a locura y ensueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse a sí mismos.
La vida de todo hombre es un camino hacia sí mismo, la tentativa de un camino, la huella d eun sendero. Ningún hombre ha sido nunca por completo él mismo; pero todos aspiran a llegar a serlo, oscuramente unos, más claramente otros, cada uno como puede. Todos llevan consigo, hasta el fin, viscosidades y cáscaras de huevo de un mundo primordial. Alguno no llega jamás a ser hombre, y sigue siendo rana, ardilla u hormiga. Otro es hombre d emedio cuerpo para arriba, y el resto, pez. Pero cada uno es un impulso de la Naturaleza hacia el hombre. Todos tenemos orígenes comunes: las madres: todos venimos de la misma sima, pero cada uno -tentativa e impulso desde lo hondo- tiende a su propio fin. Podemos comprendernos unos a otros, pero sólo a sí mismo puede interepretarse
cada uno.
Hermann Hesse
Demian
Descubrí que en las ediciones online del libro faltaba el prólogo, y no me parece un asunto menor. Lo dejo aquí, para ustedes, con el link para descargar el libro. Me levanté pensando en tipear esto para una persona en particular, la prueba será ver si llega el mensaje (sí, me levanté sinuosa hoy).

http://www.librosgratisweb.com/html/hesse-hermann/demian/index.htm

miércoles, 7 de julio de 2010

Padre e hijo



Encontré en Youtube una muy linda versión del tema, cantada por Cat Stevens (autor) y Ronan Keating. Estaba buscando canciones para cantar en la próxima muestra de canto, y esta me llama la atención de una forma muy particular.
El tema que trata me parece universal. En toda cultura donde exista la relación padre/hijo, madre/hija (y los otros cruces tb) va a aparecer la necesidad del hijo de despegarse del vínculo para poder hacer su propia experiencia. No es que los consejos paternos o maternos sean necesariamente malos (aunque he tenido que escuchar cada cosa de cada padre!!! no los míos, por suerte... bueno, no siempre los míos, por suerte), sino que al vivir de acuerdo con los mandatos paternos o maternos... nunca dejamos de ser hijos. Tampoco se trata de rebelarse porque sí a todo lo que nuestros padres digan, porque entonces estaríamos tan condicionados como de la otra forma.
Pero el cambio, el límite a los padres, el hacer la propia experiencia y cometer los propios errores es parte de madurar. Y no necesariamente la parte más fácil.

viernes, 2 de julio de 2010

Experimentos I

Iba a ser un día largo en la oficina. Cierre de mes. Lunes. Quién te manda a trabajar? Ah, sí, si querés comer tenés que pagar. Maldición.
Refunfuñando por lo bajo, Gómez entró en la oficina. HolaPedroBuendíaJésicaalgúnmensajeparamí?¿Nada?Buenonosvemosenelalmuerzo. Un bostezo. Y cobrar valor para entrar al ataúd.
La carcelera ya estaba ahí. Doble maldición.
"Buen día, Gómez. Pudo ver el informe que le dejé ayer?"
"Sí, Mara, ya me pongo a corregir el error, debió haber un problema con los porcentajes"
"Ahí tiene las carpetas. Para el mediodía, por favor"
Gómez se dirigió al pequeño escritorio de la esquina. Mara tenía la teoría que se trabajaba con más ganas cuando se podía verificar que la jefa trabajaba a la par de uno... pero en realidad esto sólo ocasionaba que Gómez se pusiera aún más nervioso ante la mirada severa de Mara. Ella terminaba todo a tiempo, tipeaba a una velocidad asombrosa, parecía multiplicarse en la oficina yendo de acá para allá, buscando carpetas, comparando documentos, escribiendo en su planilla, proyectando ventas.
Comenzó a corregir su error del viernes, sorbiendo su eternizado y tibio café. Mara mientras vivía en su propio mundo, parecía tener una atmósfera aparte. No era mucho mayor que Gómez. Su pelo negro caía prolijamente lacio al inicio del día, pero luego era atado y desatado, sujeto con lápices y lapiceras en rodetes inverosímiles. Tenía los ojos grises, los labios perfectos, la piel ligeramente morena. No era exactamente alta, pero entre su porte altivo, los stilettos y su fría mirada parecía un ídolo de la isla de Pascua. Gómez sentía una extraña fascinación por ella.
Ese día, aún más que de costumbre, se sentía pertubado. El vestido que tenía puesto marcaba su cintura y caía deliciosamente sobre sus caderas. Gómez miró y agradeció al que se le ocurrió que un vestido cruzado atado sólo con tiras era buena idea... cada vez que ella se estiraba a buscar algo, se podía vislumbrar una pequeña porción de una tela suave, íntima, que rodeaba sus senos. Cada vez que se sentaba en su sillón giratorio, y cruzaba sus piernas, el vestido se abría un poco, apenas, dejando ver una larga porción de piel canela.
En un momento de la mañana, luego de intentar concentrarse en los números, Gómez se encontró nuevamente mirándola. Había dejado sus zapatos debajo del escritorio y estaba sentada, con los dos pies sobre la silla, y recostada sobre un codo. Algo parecía preocuparla de lo que tenía en su pantalla. De repente, con esa intuición tan típicamente femenina de percibir cuándo son miradas, alzó su vista y miró a la esquina. Directo a Gómez. Y se sonrojó! Gómez no lo podía creer, no cabía en sí de su asombro.
Acto seguido se encontró a su lado... a sus pies, para ser más exacto. Tomó uno de los zapatos que estaban debajo del escritorio y se lo colocó delicadamente. Luego comenzó a besárselo, mientras ella estiraba suavemente la pierna indicándole por dónde tenía que seguir. Sus manos recorrieron las medias hacia arriba, por el costado exterior, sintiendo la suavidad y las curvas de la mujer que tocaba... un poco más arriba se encontró con el final del nylon, un encaje, y una liga. Gómez, alucinado, jugó con su lengua y ese tesoro secreto, para él develado. Un aroma familiar, a mujer, lo inundó. Y hacia allí dirigió Gómez su boca, su lengua, sintiendo la textura sedosa de la ropa que delicadamente cubría su tesoro.
Mara acompañaba su tarea con lentos vaivenes de su cuerpo... contrayéndose, soltándose, gimiendo ahogado. Repentinamente, sosteniéndolo del cabello lo apartó de sí, se levantó y lo sentó en el escritorio... desabrochándole el cinturón y el pantalón.

-Gómez!
-Si?
-Hay algo que me quiera decir, que hace diez minutos que me está mirando?
-No, nada, disculpá, Mara, me colgué...

Una leve sonrisa, hacia un lado, se dibujó en la cara de Mara...